VIENTO PARA UN JARDINERO EN EL JARDÍN DE LAS FIERAS
de Francisco Negro
Y ES QUE LA MUERTE ES UNA, PERO NUESTRA INDIFERENCIA PUEDE MATARNOS MUCHAS VECES DURANTE TODA UNA VIDA
LABORATORIO: CAB -CENTRO DE ARTE CAJA DE BURGOS-
ESTRENO OFICIAL: DFERIA DONOSTIA/SAN SEBASTIÁN, 15 de marzo 2021
resumen
Compañía: MORFEO TEATRO
Dramaturgia y Puesta en Escena: Francisco Negro
Dirección de Arte: Regue Fernández Mateos
Performers: Francisco Negro, Mayte Bona y Patricia Díez-Labín
La performance tiene una duración de 30 minutos,
y se necesita un espacio diáfano no convencional
al que pueda asistir un limitado aforo de personas,
siendo idónea para presentarse en centros de arte contemporáneo
y festivales de teatro alternativo.
UN ALEGATO A LA CONCIENCIA CÍVICA
Un hombre semienterrado emerge de un montículo de tierra, lee en su diario las conclusiones a las que ha llegado en vida. Fue un poeta que fracasó en su afán por mejorar con sus versos la sociedad de su tiempo y en la hora de su muerte se refugia en una fantasía que le hace creerse jardinero en un jardín oscuro y yermo. Dos sombras le visitan, una inocente Vida que se deleita en ensoñarse, y una sombría Muerte que acecha lenta e implacable. El poeta desgrana al espectador sus reflexiones para que todos aportemos iniciativas a la creación de un mundo mejor, nos cuenta desde su jardín interior como se es poeta en el mundo de fieras que habitamos, pero apenas le queda tiempo, y los asistentes comparten su agonía en un perturbador final.
Francisco Negro, director artístico de MORFEO TEATRO, presenta esta provocadora performance en el límite de lo parateatral, de una gran contundencia plástica y que promete sorprender a los espectadores con una propuesta que reflexiona sobre la muerte, y reivindica un pensamiento social crítico. El asistente tendrá ocasión de estar a escasa distancia de los performers, inmerso en su acción, donde se retuercen los límites de la comunicación entre espectador-artista y se abren puentes a una manera diferente de asistir y "sentir" una performace.
NOTA DEL AUTOR
Hace años leí casualmente una noticia en un periódico. Era una crónica sobre la muerte de un poeta. No había escuchado antes su nombre, siquiera leído uno de sus versos, pero sentí una pena inexplicable, intuyendo que en cada poeta que muere perdemos algo trascendental de nosotros mismos. La poesía es sentir el inabarcable misterio que nos rodea, el arte de hacer las preguntas adecuadas antes de morir. Un poeta habla porque ha escuchado el silencio del mundo, le ha limpiado del enorme ruido que hacemos. Puede ser que los poetas ya no tengan respuestas a nuestra incertidumbre de comprender la vida. Dios tampoco. Se ha olvidado de nosotros, le dimos una patada en el trasero y se metió en una taberna a beber y olvidar nuestra ignorancia, no existe más que en un cuento. Ya no se hacen catedrales, ni estatuas a las musas, sólo autopistas de peaje. La Ciencia nos ha hecho la puñeta. Parlotea machaconamente sobre nuestra insignificancia por el mero hecho de que el universo es inmenso, se mofa de vernos embobados mirando las estrellas. Mientras tanto se maltrata el planeta, la codicia reina en el mundo, y parece no importarnos, involucrarse, incluso pensar, da pereza... Mas cuando llegue el día, ese que no se mide en años luz sino de sombra, todos pasaremos por esa estancia donde habitan las fieras de nuestro miedo, seremos pasajeros del jardín yermo de nuestra indolencia. El poeta lo sabe y se apiada, ¿querrás escucharle?... Pasa a la antesala de tu próxima parada y echa un vistazo. Observa cómo vive la Vida, como mata la Muerte.